jueves, 3 de noviembre de 2011

La fascinación de la noche




Y en aquel día soñé que contigo me encontraba,
en ese sueño disfrutaba en un inmenso vergel.
Tú me prometías ser fiel, y yo ciega en tu amor creí.
Tu corazón yo reconocí en su cimbreante palpitar.

¡Qué hermoso fue soñar! ¡Qué bello era amarte a ti!
Mas de golpe desperté, viéndome en el desamparo.
Perduraba la invención de que todo fuera un sueño.

Como vigorosa flor, tu perfume enseguida percibí.
¡Ho!, si..., mi querido amado, hasta tu calor sentí.
Tu ardor me quemaba tanto que no lo podía reducir;
tuve que acercarme mucho a ti para lograrlo aplacar.

Tu boca apasionada rejuveneció mis ardientes labios,
sujeté mis impulsos para no desfallecer en ese instante.
Aun así, todavía sin pretender, de repente me desmayé.

Mas cuando recordé, en tus brazos me encontré;
y volví a vivir otra vez la misma emoción de placer.
Quise permanecer junto a ti para embriagarme
de la incesante locura de amor que experimentaba.

Amelia Moncada Georgiades